6/20/2019

Nadie ama a quién no se ama a sí mismo

Siempre he creido que el apego destruye lo que somos, nuestro auténtico ser. El apego hace crecer el EGO y en ese viaje, perdemos el amor a uno mismo. Esa esclavitud y dependencia es enfermisa y no nos permite amar con libertad.

El ego es la enfermedad más crítica del ser humano, sin embargo, tiene belleza, agonía y éxtasis. Tiene su propio cielo e infierno, porque ambos habitan en él. Cuando amamos, el ego no puede existir, desaparece porque el amor nos hace sólidos.

El ego es como una sombra, nos persigue por todos lados y en cada una de las situaciones a las que nos exponemos, pero lo peor de todo es que no permite que dislumbre nuestro auténtico ser. No sabemos quienes somos porque nos consume de tal forma que surgen los celos, los miedos e incluso la depresión, el bendito bajón!

El amor debe ser simple, reforzar el alma pero sobre todo, debe ser independiente. El ego surge al amar a los demás sin amarme a mí mismo. El amor empieza por uno mismo y a partir de ahí se extiende.  Ese amor nos proporciona la primera experiencia de esta en sintonía con algo que no es nuestro ego. Nos da la primera lección de que es estar en armonía con alguien que nunca ha formado parte de nuestro ego.

Si no me adentro en el amor, como han decidido hacer tantas peronas, me quedaré anclada en mí misma.  Me he dedicado amarme a mí misma para poder ser capaz de amar y he experimentado la primera oleada del amor, rodeándome a mi misma de esa totalidad, amor a mi cuerpo y a mi alma.